Creo que actualmente pienso la dimensión tecnológica desde lo pedagógico, lo didáctico y en ese sentido trato de considerar a la tecnología como una herramienta de la imaginación, de la construcción y no como fin en sí misma. Ahora bien, cuando nos situamos en el oficio de enseñar, muchas veces lo bueno, se entendió tradicionalmente como “exitoso”, es decir “alcanzar el objetivo”.
“Preguntar qué es buena enseñanza en el sentido moral equivale a preguntar qué acciones docentes pueden justificarse basándose en principios morales y son capaces de provocar acciones de principio por parte de los estudiantes. Preguntar qué es buena enseñanza en el sentido epistemológico es preguntar si lo que se enseña es racionalmente justificable y, en última instancia, digno de que el estudiante lo conozca, lo crea o lo entienda.” (Fenstermacher, 1989)
Desde lo que plantea Fenstermacher, pretendo recuperar esa dimensión moral de las prácticas de la enseñanza, en la que reconocemos su sentido: refiere al para qué, al por qué, a la relevancia social que tiene para los estudiantes. ¿Es factible? ¿Es valiosa?
Creo también que la enseñanza no se define como la transferencia de información, ni el aprendizaje como memorización de datos. Estoy convencido que los docentes podemos acompañar y provocar a los alumnos para que estos alcancen niveles más profundos de comprensión, guiándolos en la construcción del conocimiento, fomentando entre ellos la colaboración. En este contexto la tecnología posibilita la demostración como fuente privilegiada para desarrollar o favorecer la comprensión. Se constituye en la búsqueda más genuina para ayudar a entender.
¿Nuevos alumnos? ¿Nuevos docentes? Yo estoy seguro que el alumno es alguien que construye su conocimiento en forma activa, recuperando sus conocimientos previos, interactuando con el material de estudio, el docente y sus compañeros. El docente deja de ser un docente expositivo que posee el saber y lo transmite sino que se trata de un “mediador” en proceso de enseñanza y de aprendizaje. En ese sentido el docente ha de ser motivador, guía y facilitador del proceso de conocimiento.
¡Cúántos desafíos que tenemos por delante! Igualmente, debo admitir que al mirar la imagen que elegí para el post pienso ¡Qué bueno sería si existiera algo así! ¡O un mecanismo como el que tenían en MatriX!
* Creada en 1899, la visión de lo que sería un aula en el año 2000 según Jean Marc Cote. Los estudiantes están conectados a una red mediante unos transmisores colocados en la cabeza, pero los alumnos se encuentran sentados en escritorios en filas ordenadas, mirando hacia el frente, mientra el profesor les ingresa libros mediante una especia de máquina de picar carne mecánica.
¡¡Muy bueno tu artículo!! Coincido con vos que la enseñanza atraviesa desafíos inéditos. De hecho, no todo el conocimiento es traducible en códigos para las redes electrónicas. La información puede circular libremente en las redes pero no puede ingresar en los circuitos sociales si no es a través de significativas redes cognitivas, contextualizadas, enlazadas, articuladas e integradas en la estructura mental. Por ello, en estos nuevos escenarios, revalorizamos la importancia de la gestión del conocimiento. ¿De qué modo diseñar “buenas situaciones de enseñanza” para potenciar la construcción de conocimientos significativos? ¿Enseñar y aprender en red? Creo que no sólo las escuelas deben transformarse a la altura de los cambios de la sociedad de la información sino también los docentes debemos repensar qué entendemos por enseñar y por aprender…Sin duda, es momento de resignificar las estrategias didácticas, de construir una mirada compleja y sistémica para aprovechar la potencialidad de las TICs en nuevos marcos didácticos…en nuevas formas de concebir y producir el conocimiento. ¡¡Felicitaciones por el artículo. Siguen resonando tus palabras inquietantes ¿Desde dónde nos paramos?!!! Silvia M.
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